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¿Que me ves?

Esta vez es distinto.

Esta vez es distinto.

Esta vez será distinto

Si no nos ven, nos hacemos visibles; si ningún lugar nos publica, nosotros nos publicamos; si nadie nos gestiona; nosotros nos gestionamos. Si nos ponen negativas, nosotros nos damos el sí.

Soy Anareli Cervantes López , artista visual, artista enseñante, soy como la malva que florece en la maleza.
No me considero ni docente ni maestra, eso no me va, porque el significado de esas palabras van más allá del diccionario. Soy una artista que comparte,, sueña, aprende como parte de un todo. En esta ocasión me toca compartir espacio con los alumnos de la Escuela secundaria técnica #26 llamada “Carlos Pellicer Cámara”. Es un ecosistema que emerge en la colonia Pensil norte. La Pensil es un barrio, barrio barrio, lo que se entiende como barrio (recomiendo al lector cuestionarse que es un barrio más allá del libro) y alberga calles: con historias, balazos, mercados, tacos, tamales, malandros, perros callejeros, mariguanos, gente amable, niños futbol, deportivos; música que va desde un reguetón bien puerco, una balada que dice- Eeeress, sécretó de amorrrr, sé-cre-tó- un corrido tumbado hasta una “salsita” al ritmo de un Hector Lavoe o Mala fé Todo eso y más es parte de la vida que se respira en la secundaria, un lugar que esta vez se dejó hacer las cosas distintas, al menos eso creo.

Esta vez es distintoSu título va aquí

Si no nos ven, nos hacemos visibles; si ningún lugar nos publica, nosotros nos publicamos; si nadie nos gestiona; nosotros nos gestionamos. Si nos ponen negativas, nosotros nos damos el sí.

Soy Anareli Cervantes López , artista visual, artista enseñante, soy como la malva que florece en la maleza.
No me considero ni docente ni maestra, eso no me va, porque el significado de esas palabras van más allá del diccionario. Soy una artista que comparte,, sueña, aprende como parte de un todo. En esta ocasión me toca compartir espacio con los alumnos de la Escuela secundaria técnica #26 llamada “Carlos Pellicer Cámara”. Es un ecosistema que emerge en la colonia Pensil norte. La Pensil es un barrio, barrio barrio, lo que se entiende como barrio (recomiendo al lector cuestionarse que es un barrio más allá del libro) y alberga calles: con historias, balazos, mercados, tacos, tamales, malandros, perros callejeros, mariguanos, gente amable, niños futbol, deportivos; música que va desde un reguetón bien puerco, una balada que dice- Eeeress, sécretó de amorrrr, sé-cre-tó- un corrido tumbado hasta una “salsita” al ritmo de un Hector Lavoe o Mala fé Todo eso y más es parte de la vida que se respira en la secundaria, un lugar que esta vez se dejó hacer las cosas distintas, al menos eso creo.

Me acuerdo de por allá en el 2022 conocí una frase de Lorena Cabnal — activista comunitaria— que decía: «Recuperar la alegría sin perder la indignación.»
Esa frase tan potente me dió un sentido de esperanza, un respiro. Me hizo pensar que quizá sí era posible no rendirse al dolor. Yo la necesitaba, porque por entonces estar en el aula me hacía infeliz. No una tristeza pasajera, no: una infelicidad y soledad profunda, enquistada. Quería sentir eso de lo que hablaba Lorena.

Mientras tanto, investigaba y se hablaba de la educación para el amor, la ternura por aquí, la colectividad por allá… pero yo no tenía ni #$%& idea qué significaba todo eso. No sabía como se habitaba, cómo se sentía, cómo se definía más allá del diccionario. Quería sentipersarlo — como diría Fals Borda—, a ver si era cierto eso que dicen que escuchó allá por el Amazonas. Pero mi cerebro occidental, tan cuadrado, no sabía cómo.

Así comienza este recorrido: un experimento, una pregunta viva:
¿Qué $$%&/# es la ternura?
¿Qué significa recuperar la alegría sin perder la indignación?

Esta introducción es mi forma de preparar el terreno para contarte cómo nació este proyecto:
“Léeme ¿qué ves?”, sólo quería que este proyecto significará compartir, salir del aula [¿cárcél?…cof, cof, cof] , conocernos más, yo y les estudiantes.

No quería conocerles como números sin rostro.
Quería que me contaran cómo era estar en la escuela, que me dijeran qué pensaban de este espacio, y que, sobre todo, se lo apropiaran.
Pensé: deben narrar su experiencia. Un reto, ¿no?

Y luego: ¿y si la pintan? 

Así fue como decidimos relatar lo vivido durante estos tres años de secundaria a través de un mural. Un mural que, al pintarlo, también se adueña del espacio.
Como artista enseñante, escribo lo que elles me cuentan. El mural, diseñado por Valentina y Fernanda, no solo narra un recorrido: deja en claro que «Aquí quedaron sus pasos como semillas. Lo que soñaron floreció. La ternura es una forma de transformar el mundo.»
Y es que sí, la ternura y el amor, son los elementos que fertilizan la tierra para sembrar una forma distinta de construir conocimiento, una que camine hacia la libertad Quizá suene utópico, romántico incluso, pero ya me cansé de padecer. Como dice la querida Bell Hooks:
«La educación debe ser un acto de resistencia que desafíe las estructuras de poder y opresión, permitiendo a los individuos alcanzar su potencial máximo y contribuir a una sociedad más justa.»
Si ella lo sueña, es porque es una posibilidad, si ella piensa en una educación para el amor, si hay una Lorena que habla del acuerpar o un Freire de la ternura, es que existe y ese es el camino que hay que trazar.

Mural diseñado por Valentina y Fernanda