Descripción de la propuesta

La evolución artística y tecnológica, en abrazo fraterno con lo social, han develado un recorrido propio. Evolución de traza en líneas curvas que se alejan y se encuentran en puntos divergentes, magnificando por instantes su distancia y la más de las veces detonando luces de saber al apenas tocarse. Entendiendo este sistema como lógico y razonable, se suma al espíritu que lo contiene en un cuerpo humano con ciertas cualidades físicas, mismas que según Byung-Chul-Han, en la Salvación de lo bello, va forjando a los individuos, de este siglo. Estos habitantes, yonquis del consumo, carentes de carácter, admiradores de lo pulido, lo pulcro y lo liso. Dependientes de las referencias vacías del big data, cruel verdugo que juzga, pero es incapaz de construir cualquier tipo de saber o de estímulo de contemplación y belleza, seres incapaces de tolerar el dolor o el sufrimiento de lo bello. La exposición Peltre-Templos de bolsillo-, explora en estos, nuestros sistemas el hábito de la admiración al pícaro, a este cuasi mágico sujeto que burla y salta en medio de las normas, sin pena ni castigo, puliendo la falta de ética, la belleza eterna y antinatural.

Los iconos arquetípicos, pícaros representantes del ser, son el reflejo de la vacuidad del hoy. Dibujan con trazos Dionisíacos, tersos, suaves, estos rasgos que modelan volúmenes perpetuos para la admiración de lo externo, lo impoluto, lo eterno. 

Bartres, por su parte, afirma que el tacto desmitifica, devela y permea certezas que acompañan lo visual, las superficies pulidas activan la vista, pero el tacto incita lo natural, el renacimiento. Peltre – Templos de bolsillo, es un impulso artístico, lúdico e interactivo, que permite el acercamiento del espectador a través de los sentidos, la vista y el tacto unidos vuelven la experiencia estética un acto de contemplación social. Se contrapone al maremoto del consumo actual.

Peltre, es una metáfora, un conflicto, un oxímoron escultórico que, a través de su brillo y lisura cautiva la permanencia y la confronta con el choque de nuestro tacto y el prusiano azul del peltre.

Las vivencias que genera inician dentro del museo, este adoratorio perpetuo del agradable estatus quo. Pero confronta lo cotidiano en conmoción táctil, agregando valor real. Es bello, yo lo disfruto, lo toco, lo siento, así, el yo reafirma de golpe la otredad, la enfrenta; reconoce su textura, el gran todo contempla, no con el ojo pues, este como afirma Chul-Han consume sin recordar. Entonces el tacto, ese sí evoca, trastoca la barrera de lo virtual, aterrizaje forzoso en lo real.

La propuesta de templos de bolsillo juega con la ambivalencia de la moneda. El Stadium, la cara, la selfie, esa belleza perpetua del brillo porno que estandariza la emoción. Es la tersura del peltre.

El anverso, la cruz, es ese Punctum complementario, donde el alma se estremece capaz de herir, sugerir y esconder. Punctum, que destaca las posibilidades, la naturaleza humana. Nos recuerda algo que tocar, la necesidad de sentir, narra metáforas que reagrupan el imaginario colectivo, así se trasladan junto con el espectador fuera del recinto museístico, re humanizando su masa dentro del gran dato en la red.

12 Esculturas en la muestra que saltan del pedestal hacía los dispositivos móviles que juegan a modo de extensiones sensoriales, herramientas de los consumidores. En este jugueteo, los pícaros y activos iconos se vuelven creadores de nuevas esculturas dentro de la realidad virtual. Un filtro digital de Peltre, abre la experiencia, la vivencia virtuosa casi sin salir del bolsillo del turista, pícaro y juguetón exportador de saberes artísticos inigualables. El visitante, con la factura del otro en su extensión, su dispositivo, comparte con él, el mercado de lo digital, lo virtual y tecnológico así como sus posibilidades, de construcción de su verdad, elimina así la negatividad de lo distinto.

Estas pícaras y tersas esculturas, resignifican los valores adquiridos con la convivencia virtual, pues hoy las redes y la vida diaria nos dan acceso a la probabilidad de transformarnos, ser ese pícaro turista, el monumental triunfador, terso traidor que actúa a partir de dichas siluetas de azul. Los santuarios actuales los traemos en nuestros dispositivos, sin embargo, permanecen hechos de acero y peltre.

 b) Justificación del Proyecto

Para el sistema económico- artístico y cultural de este siglo ¿Cuál es la respuesta social ante la belleza del arte actual?

La exposición Peltre -Templos de bolsillo- explora los sistemas y hábitos del colectivo humano, lo social, el habitus de la admiración por la belleza eterna, lisa y perpetua. Sin esfuerzo ni exigencia mayor.

El arte hoy, debe sus likes a la tersura de su acolchado discurso, busca el agrado, vuelve  la confrontación y el choque inexistentes, la vacuidad no genera valor, pues no es parte de la verdad del sistema.

La estética hoy presenta rostros selfi, vacíos, suaves, sin desgarros ni arrugas que delatan lo temporal de la existencia humana. La anhelada belleza es eterna.

Los arquetipos en peltre, presentan deseos de hoy, aterrizan en trece esculturas que funden a modo de crisol las formas de ídolos, sedosos con el metal candente, peligro que derrota con su fuerza la contemplación y el ansia junto al sentido de tocar, pues desbrida el tiento en ese sofoco  socio-infernal.

El brillo, ciega a la vista y calor al tacto, el espectador ya sin oclocracia, revuelta de zombis que aunque comen cerebros no son capaces de usar el propio. Permiten así, ser atravesados por esta trasparente belleza pornográfica y mortal en jeringas botox, quirófanos de cirugía estética, trucos de bulimia y más. Hoy al sentirnos más cerca de la belleza que podemos costear, más alejados estamos de su disfrute y goce terrenal.

Es en este panorama donde se forja la confrontación, misma que saca chispas del metal, esa que no solo funde y satina el mineral, esa que lo tuerce, y fuerza a reaccionar, ese necesario acto que acorta la lejanía estética entre la contemplación total y el ideal del mero dato virtual.

Del distanciamiento alcanzado entre lo artístico y su mercado, parece imposible hablar, este no se discute, solo se recompensa y se limita a quién lo puede pagar.

Las propuestas disponibles para el goce total de la experiencia, presentan la tersura que atrapa y la chance de tocar, pero no preocupa ni limita la posibilidad de choque, de vulnerar la obra, del despostillar pues busca en estos accidentes la revaloración de su belleza final. Así que el goce despreocupado de la experiencia, generaliza el movimiento. Democratiza con estas notas el experimento estético y el sentido artístico se manifiesta en acción colectiva, que lucha contra el consumo y posibilita al espectador como el creador del devenir para la obra final.