SISTEMA ESCULTÓRICO PARA EL SIGLO XXI.

 

Por: Monica Perez Quintero.

La escultura se piensa…
quizá después, se construya.

INTRUDUCCIÓN:

La escultura, como forma de arte tridimensional, ha evolucionado a lo largo de la historia y sigue siendo una fuente de exploración y experimentación para los artistas contemporáneos. En la actualidad, la escultura se ha despojado de la rigidez de las formas clásicas y se ha adentrado en un mundo más abstracto, conceptual y experimental. Desde la utilización de nuevos materiales y tecnologías hasta la exploración de la interacción con el espectador, la escultura contemporánea busca desafiar y ampliar los límites de la percepción y la experiencia estética. En este contexto, resulta interesante reflexionar sobre el papel de la escultura en la sociedad actual y cómo su evolución puede ofrecer nuevas perspectivas para el arte en general.

DESARROLLO

La evolución del hombre y sus acciones es continua. En cada avance, debe reformular las preguntas básicas: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Lo mismo ocurre con todo el conocimiento que evoluciona junto con este proceso.

La escultura y el arte no quedan fuera del camino recorrido por el hombre. Me atrevo a decir que son una parte fundamental de su desarrollo. El arte propone, y la tecnología, junto con las ciencias, disponen. Estos diálogos han llevado al arte a lo largo de la línea de la historia, y lo han convertido no solo en un sistema complejo en sí mismo, sino también en un sistema que se relaciona de manera múltiple, multidisciplinaria y multiposicional con el conocimiento humano. El arte es un metasistema y un sistema complejo al mismo tiempo. En ambos casos, es un metasistema necesariamente antifrágil, ya que los cambios son necesarios para generar obras novedosas.

Hablar de escultura nos acerca al ámbito donde el hombre y la materia se enfrentan y descubren el uno al otro. Hablar de escultura en el pasado nos remonta a las grandes canteras donde solo el hombre más fuerte salía victorioso. Son conocidas las historias de Miguel Ángel Buonarotti, quien, a base de acompasados golpes, eliminaba de la piedra lo que le sobraba para modelar sobre este áspero material las musculosas formas de «Zeus» y «David». Antes de él, el registro se extiende de anónimo en anónimo, todos ellos hombres sin rostro, pero con manos virtuosas. Trabajadores del espacio y el tiempo, evolucionando técnicas y formas para satisfacer sus necesidades de belleza.

La necesidad estaba puesta y el sistema que la resolvía también.

La evolución siguió su curso y, cerca del siglo XX, el mundo del arte se estremeció con la aparición de un objeto funcional dentro de un espacio dedicado al arte. Un urinario, puesto de cabeza y nombrado «La Fuente», bajo la autoría de R.Mutt, se burló de todos los presentes y obtuvo su admiración por el hecho de situarse en el pedestal de la escultura. Como ya mencioné, hablamos de un sistema antifrágil. Es en este tipo de acontecimientos donde se inspira para evolucionar y generar obras novedosas.

En el momento actual, la escultura se enfrenta una vez más a una debacle. En este momento, todo se ha vuelto confusión (y es precisamente en la confusión donde los sistemas se robustecen y nutren para resistir los grandes cambios y, pese a ellos, permanecer funcionales). Los lugares frecuentes que antes visitaba se han vuelto tan comunes como poco interesantes, y los principios de la nueva exploración para el siglo XXI ya se han asomado, dotando a la escultura de los componentes necesarios para bullir en un sistema de emergencia, acercándose cada vez más a lo que Josep Beuys decía: «Todo hombre puede ser un artista, y sus acciones una obra de arte». En estos momentos, ya no es necesario ser un artista o un escultor, ni que los objetos sean llamados esculturas que cumplen con los cánones necesarios para serlo. Hoy las aguas están revueltas y me veo en la necesidad de ordenar este ambiente, recolectar los elementos que lo están poniendo al filo de otro gran giro. Al parecer, es el momento preciso para retomar sus elementos, reducirlos y generar un sistema de emergencia que ayude no a predecir, pero sí a intuir las interacciones de estos. Solo con el mismo afán que guió a Miguel Ángel en su momento, quitando a la piedra aquello que sobra, se puede dar a la escultura un nuevo significado de tantos que tendrá en el siglo XXI.

Pensar o repensar la escultura como un sistema es el trabajo del escultor contemporáneo. Es el resultado de la fusión entre el trabajo artístico y la conciencia sobre el conocimiento diario. Repensar la escultura es un entramado, un tejido de vivencias que hilvana con hilo de rutina la observación y la producción, convirtiendo cada puntada en una posible obra. En estos momentos de lo contemporáneo, el cuestionamiento trastoca lo multidisciplinar del saber humano. Los objetos se han convertido en NO OBJETOS y lo que antes se construía ahora se deconstruye. La escultura, antes majestuosa y rica presencia de materia, se devela como una expresión inmaterial envuelta en ideas, conceptos y símbolos de lo que fue en su momento.

Hoy en día, los sistemas han cambiado, ya no bajo la batuta de un autor único. Es la colectividad la que mueve estos inamovibles mastodontes cargados de historia y costumbres, cegados por las reglas y las normatividades heredadas que atascan la maquinaria.

En el momento actual, es necesario reorganizar la formación, reubicar a los jugadores y volver a analizar el sistema, desde lo micro hasta lo macro y lo múltiple.

El pensar en un sistema ayuda a resolver el enredo, porque pone orden a los elementos y ofrece una pauta para interpretar y encontrar los posibles elementos que se agregarán en el futuro a nuestro trabajo.

La exploración y comprensión de los sistemas es fundamental para abordar cualquier disciplina y poder entender las múltiples relaciones y conexiones que existen entre sus elementos. En el arte, pensar en términos de sistemas puede ser especialmente útil para comprender la complejidad de la creación artística y cómo las obras de arte interactúan con su entorno y con el público. Además, el enfoque en sistemas puede ayudar a los artistas a desarrollar una visión más amplia y profunda de su práctica, así como a adaptarse a los cambios y desafíos del mundo contemporáneo. En última instancia, la reflexión sobre los sistemas en el arte nos permite apreciar la riqueza y diversidad de la creación artística, así como su capacidad para conectarnos y desafiar nuestras percepciones y comprensiones del mundo que nos rodea.

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